En esta vida todo,
absolutamente todo, funciona a base de mentiras y apariencias. Y puede que esa
pirámide de mentiras te lleve a triunfar porque tienes una única verdad:
talento. Pero para eso hay que tener suerte, o amigos famosos e influyentes. O
saber jugar al póker. Y a mí sacándome del tute y de la brisca… poco más.
O te estoy metiendo un órdago
como la copa de un pino. O no voy a aprender a jugar al mus en mi vida.
Si hay que mentir se miente,
pero por un motivo. La vida no es una novela. Y hay que aprender a distinguir;
a saber si te están metiendo un farol o enviándote una invitación para jugar al
cinquillo.
La competitividad no va
conmigo, las mentiras tampoco.
Decía Hemingway que para un
escritor cada libro debería ser un nuevo intento de hacer algo que esté más
allá de su alcance, de sus posibilidades… y eso parece que lo llevo grabado en
la frente.
¡Me meto en cada berenjenal…!
Pero acabo superándome a mí
misma. Y ese es el verdadero triunfo, no superar a los demás sino a ti mismo.
La primera vez que tuve que
hablar en público ante un salón de actos abarrotado de gente y amigos que
habían ido a verme a mí pues presentaba mi primer libro, estas fotos en su
inicio, le dejé todo el protagonismo y discurso a Irene Villa que me acompañó…
yo sólo contesté a unas cuantas preguntas. Había demasiados periodistas,
demasiada gente y tenía miedo pero Irene es una maestra y aprendí. De ser
invisible pasar a ser la protagonista son muchos nervios y se necesita mucha
costumbre.
La vida me había enseñado a
crecerme sin yo saberlo.
Lo he vuelto hacer siete veces
más, en diferentes libros, colaboraciones y actos, y aunque me sigue costando
mirar al público y no centrarme en el papel donde llevo todo preparado… estoy
muy orgullosa de los resultados de cada vez.
Me lo trabajo y se nota.
Necesito estar guapa, sentirme
guapa, para darme seguridad en un estrado o escenario. Y ahí se ve donde sigo
siendo la misma chica tonta de siempre.
Y que conste que si alguna vez
no me he ido corriendo a mi casa, es porque desde hace años no lo puedo hacer.
O el más difícil todavía…
cuando se me ocurrió escribir una novela con un personaje perverso, malo,
rencoroso… que hubiera pasado por la crueldad de una guerra. Acabé yéndome yo
misma a la guerra civil. Fueron meses estudiando e investigando, y casi dos
años escribiendo una historia que me enamoró por completo.
Una de mis notas que más se han
leído en facebook fue la que publiqué después de presentar la novela en
Barcelona.
29
de enero de 2013
¡Sr. Colón, soy Bernarda Alba…!
-¡No me mire usted asín
cuadriculándome esos ojos! Yo soy la Bernarda Alba , valga la “rebulgancía” de María
Narro, a años bisiestos de luz de mi tocaya, claro. Pero no me disimule usted
que de eso de dobles sabe usted tanto como yo… ¡a ver si no que hacía usted
señalando en dirección opuesta a Atocha, y horas después me lo encuentro en
Barcelona queriéndonos equivocar de nuevo! Y pienso: ¡la madre que lo parió…!
¿Cómo ha llegado este hombre aquí antes que el AVE?
El pasado sábado día 26 una
esquinita de Barcelona fue una fiesta para los personajes de Las palabras del
viento y para mí, que soy su autora. Pese a un lamentable, egoísta mal
entendido con el que me recibieron en la librería, pero yo lavo mis trapos
sucios en privado… y aquello era una fiesta, porque lo fue.
La gente empezó a llegar; ver
de nuevo, conocer por fin a Flori…, Malena y tantos otros. ¡Violant…! Su
agilidad y pelo largo llaman la atención. Agilidad mental, profesional y
acogedora; ella me ayudó a poner orden en una presentación que se me había
escurrido un tanto de las manos con el susto de cuando llegué.
Pero enfilamos como dos jabatas, ella más
“jaba” y yo más “ta” (por eso de las tablas que tiene Violant Muñoz Genovés).
Nos habían dejado solas ante el peligro, pero el público era de todo menos
peligroso. Era cálido, maravilloso, y la sonrisa perpetua de mi amiga Flori…
eso no se me olvida
Y aun así vinieron a salvarnos,
un verdadero jabato llamado Manuel Saavedra que interpretó como nadie a mi
Bernarda Alba y a la pasión soñadora de Merche.
¡Gracias Manuel! ¡Gracias
Violant!
Firmaba libros y me hacía fotos
cuando… ¡Manuel Olivas Jiménez! Y me dice:
-¡Ya podía yo estaros esperando
en la otra casa del libro de la
Rambla !
Nos entró la risa tonta, pero
feliz y… poco a poco recogí a mis personajes, muchos recuerdos, fotos,
sensaciones, cariño… y volvimos al ave.
Me quedo con muchas cosas, y
una frase de Manuel Olivas:
-¡Eres mejor en persona que en
Facebook!
Y la repito para que no se me
olvide.
Muchas gracias a todos. Y agradecer a mi
editorial que hiciera posible que la
Casa del Libro acogiera esta presentación.
En su día, cuando lo publiqué
en Internet, puse el nombre de la editorial que tuve, por supuesto. Ya no, lo
he quitado. Como digo… yo lavo mis trapos sucios en privado, y que un abogado
tenga que solucionar las mentiras de dos –sólo dos- adultos es una de las cosas
más feas que me han pasado en la vida. Pero no lo piensas, aunque lo pasé mal
porque me había costado mucho escribirla, y sólo sacas lo positivo que de esa
experiencia has obtenido que es mucho. Y que la novela volvió a ser mía.
Pero nunca más voy hacer caso a
un editor que me encuentre a mí o lo que escribo en la red sin antes haberme
dirigido yo a él. No salió muy mal del todo porque algo inteligente debo ser,
mas… Internet es una fábrica de mentiras. Y no se pueden parar ni destapar, o
dicen que insultas.
La claridad y la transparencia
suelen tener un precio. Por eso sigo siendo una oveja negra para todo. Y estas
ovejitas no tienen mucha suerte, o tal vez tengan la mayor de las suertes y no
lo saben aún: siguen vivas y creyendo en sí mismas.
Nunca dejes de soñar…
pero trabaja por hacer realidad esos sueños.
No te resignes, siempre se puede más.
Que hay dudas, aburrimiento, apatía... sí claro, la vida tiene
muchos colores, no es llana. Con una enfermedad tan grave como ésta mucho más,
por eso he de aprender a tropezar con clase y levantarme. Y aprovechar las
rachas de felicidad esquivando miedos.
Sólo se vive una vez.
Este es mi
principio básico, mi oración de cabecera porque nunca sabrás de lo que eres
capaz hasta que no lo intentas. Así funciono y no me va mal. Que la mayoría
sólo me ve como una persona enferma… Pues sí. Guapa, rubia, pocas luces… Pues
también. Que me cuesta integrarme… Más que a nadie. Que estoy envuelta en una
irrompible tela de araña llamada Prejuicio… definitivamente hoy estoy que me
salgo de lo lista que me encuentro.
Pero debo ser
cada día más bruta porque soy feliz y el esfuerzo me merece la pena.
Me duele ver que
personas que tienen la misma enfermedad que yo se dejan arrastrar diciendo:
“Vivo en un cuerpo que no me responde…”
¡Pues edúcale,
coño, edúcale. Y que la muerte nos sorprenda con las botas puestas! Se me
escapa cada vez que oigo o leo algo así.
Y es en eso, en
la repetición, repetición, repetición de movimientos –para que el cuerpo
responda- en lo que debería basarse la rehabilitación de la ataxia de
Friedreich. Y no por mucho repetir va a salir bien del todo, pero sí lo mejor
posible. Vivir para luchar que se podría llamar la cosa.
-¡Eso es muy
cansino! –dirá alguien.
No hay que
hacerlo siempre, con dos o tres veces a la semana es suficiente. Con
constancia. El que algo quiere algo le cuesta.
-¡Es que tú eres
muy fuerte! –dirá el otro.
En absoluto,
muchas veces soy la mujer más débil de la tierra, pero tengo sueños. Y los sueños
se trabajan.
Ahora por
ejemplo, estoy escribiendo más despacio que nunca. Paro cada dos por tres para
estirarme, corregir postura, hacer abdominales. Cuando escribía mis otros
libros sólo contaba llenar folios; ahora no, porque tengo la columna desviada y
a larga todo se traduce en dolor y en posturas viciadas.
Es dura mi vida.
Muy blanda no es. Pero no me cambio por nadie.
A veces me quedo
mirando ensimismada a cualquier mujer que viene de comprar, que va a comprar, a
trabajar, a llevar a sus hijos al colegio… parecen más que yo. Te miran desde
arriba. Ese culo tan bien puesto le queda genial. Parecen tan felices, tan
seguras ¡Son tan perfectas! Esos tacones son el no va a más de la elegancia.
Caminan abrazadas a sus parejas. Parecen tan seguras…
Te miran desde
arriba si se cruzan contigo.
¿Ellas podrían
llevar lo que tú llevas, May?
¿Y seguir
viviendo…?