porque es sincera
es natural como el agua que llega
corriendo alegre desde el manantial.
Aunque claro, Emilio habla de la soledad buscada no de la que te imponen, pero ya ven, yo pocas veces pude elegir en ésta vida, y sí aprender a corregir con arte lo que se me ha ofrecido…
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La
integración o impedir que la persona que oye menos se aísle, no depende
solamente de ella, como bien sabe cualquier profesional. Depende de ella y de
su entorno, lamentablemente, a partes iguales. Porque se puede pedir, una y mil
veces, que te miren cuando hablen, que no susurren pero no griten (repetiré
hasta la saciedad: el tímpano se acostumbra y cada vez pide más), que te digan
el tema de conversación; se puede pedir (que te hagan caso es aparte), nunca
exigir. Me temo que habrá a quien le moleste todas estas “vacuas”
interrupciones -repetir, aclarar tema... -, aconsejaría a estas personas “que
pensaran en sordo” o se pusieran en nuestro lugar, porque es cojonudamente
horroroso sentirte extranjero en tu propia lengua.
Además de
mentir para que no te chillen o que no te rebajen como persona, hace tiempo leí
en una novela, ‘Lo raro es vivir’ de Carmen Martín Gaite, una explicación que
me conmovió por la coincidencia de pensamientos. Ella dio con la respuesta que
yo nunca encontré. Decía así, aunque las mentiras de la protagonista de su
novela no tengan nada que ver con las mías, salvo el paralelismo de sobrevivir:
A veces
pienso que se miente por la incapacidad de pedir a gritos que los demás te
acepten como eres”.
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Empiezo a escribir
este nuevo capitulo con dos breves extractos de mi anterior ‘Teniente sin
galones’ porque la situación, la mía por desgracia, en diez años o más, no ha
variado absolutamente nada. Ahora conozco y trato a más gente y en un de tú a
tú las conversaciones pueden ser muy interesantes, pero cuando estoy en grupo
muchos momentos son peores. La confianza da asco. Unos días oigo más y otros
menos sólo hay que ayudarme un poco, o ser respetuosos. No ponerse en la otra
punta de dónde yo estoy, o no darme la espalda cuando están a mi lado… porque
mis ansias asesinas crecen. Entonces un pajarillo me habla de mala educación y
de lo que se siembra se recoge. Sin la menor duda,
Ya que me
estoy refiriendo a gente que sabe de sobra que oigo menos, pero si antes
caminaban deprisa y no les importaba más que ellos, ahora echan carreras de
fórmula uno y vete tú a saber lo que les importa porque a mí ya no me interesa.
Se lo han ganado a pulso.
Pero mi
teniente sigue porque la vida siempre merecerá la pena, pese a los cátedras en
sensibilidad hacia todos, y demuestra ahora que estaba equivocado…
¿Cómo no
estarlo cuando ningún especialista me habló de una perdida auditiva
retro-cloquear?
Nunca.
Nadie me
habló de que los problemas de audición provocados por la ataxia de Friedreich
estaban asociados al deterioro del nervio auditivo.
El mío
también.
¿No lo
saben?
No, no lo
saben. Junta un problema auditivo con una ataxia y ya se han perdido. Somos los
propios pacientes –los más veteranos- los que buscamos información.
Fue el
libro “Todo suena” escrito por uno de mis escritores favoritos, Lorenzo Silva,
el que despertó mi curiosidad hacia los implantes cocleares. No he podido
leerlo todavía, pero sé que es un
reportaje sobre Anuca -la paciente Ana Aísa Blanco-, aquejada de sordera
progresiva desde la adolescencia, que acude a la clínica Universitaria
de Navarra como tabla de salvación tras tres partos que debilitaron aún más su
capacidad auditiva… El extraño paralelismo de esta historia de superación con
final feliz, con la mía propia me hizo ponerme a investigar por un único
motivo:
-en mi vida Todo suena desde hace muchos
años.
No puedo
distinguir los sonidos que no veo. Algunos, casi todos. Y es lo que trabajo con
mi logopeda además de seguir aprendiendo a leer en los labios.
¡Un
momento!
¿Los
sonidos se pueden ver?
La
mayoría, pero van tan intrínsecos en la vida que no nos damos cuenta. Por ejemplo:
alguien le da una bofetada a alguien. Todo el mundo lo ve y sabe lo que ha
sonado, pero si no lo vemos la única que pregunta ¿qué ha sonado? Suelo ser yo.
Por tener
el nervio auditivo dañado pensé, pensamos –mi logopeda también- que un implante
coclear me podría ayudar. Me pidió que hablara con mi médico, pero no lo he
hecho ni lo voy hacer. Cuando sospecho que tengo tapones voy al médico de
cabecera –que es una de mis lectoras preferidas- y cuando vaya al neurólogo me
dirá que si estoy loca o ahora hablo en chino si le comento algo de esto. O si
me pongo pesada y para cumplir su papel tal vez me mande al de los oídos ¿Para
qué…? Ya llevé audífonos, me gastaron económica y emocionalmente, me desahució
un especialista en Madrid. ¿Recordáis?
No estoy
dispuesta a que me maten otra vez.
Decido
investigar yo sola. La información abre
muchas puertas, también las cierra pero sin daños colaterales.
Partiendo de que la enfermedad
no afecta a dos personas por igual, ya que eso lo sé de sobra, encuentro que “la presencia de problemas auditivos en
pacientes de ataxia de Friedreich es desconocida. Se conocen mejor los otros síntomas;
el déficit auditivo constituye una señal más rara, aunque, igualmente, sea
origen de numerosas limitaciones”.
Bien,
hablamos el mismo idioma. Sigo. Me interesa.
“No hay que ignorar que la sordera está posiblemente infravalorada, pues los investigadores
no han realizado necesariamente las pruebas más sensibles (por ejemplo
pruebas de comprensión del habla con ruido de fondo) y que los pacientes y su
entorno no han sido quizás analizados de manera suficientemente detallada. Por
ejemplo, la persona puede oír muy bien en general, pero sufrir dificultades de
comunicación receptiva cuando se encuentra en un entorno ruidoso”.
Todo empeora con ruido y mucho. Hasta el punto de perder
momentáneamente el tono de voz en ambientes muy ruidosos.
Ahora entiendo lo poco que me
gusta el bullicio, ir a la feria en las noches que más gente hay; a las
personas que hablan mirándome las entiendo bien porque me guío o leo sus
labios, pero a mí nadie me oye porque me quedo sin voz. Yo me oigo, pero nadie
más. Ni Juan a quien le tengo que tirar de la mano para decirle que estoy
hablando.
¡Carajo… pues va a ser cierto
eso de que nos hacemos mayores!
(Qué sería de mí sin ese puntito de humor que surge cuando
intentan apagarme la luz.)
Pero sigamos…
“Se sabe muy bien que en la población
general la gente confirma raramente la presencia de su déficit auditivo: debido
al estigma social a la que va unido. A veces, es el entorno quien señala más
las dificultades de comunicación receptiva de la persona afectada. La negación del problema auditivo por
parte de las personas afectadas contribuye a su desconocimiento por la
comunidad científica y ralentiza por ese mismo hecho la búsqueda de
soluciones”.
Si no
supiera que este artículo está escrito por expertos en audición canadienses
diría que leyeron Fotos de un adiós…
¡Protesto!
No me entero de nada, en cristiano please…
“Es de naturaleza evolutiva. No es
posible ningún tratamiento médico o quirúrgico. La sordera se instala de manera
insidiosa y probablemente es porque la persona afectada tarda en señalarla. Es
necesario entender que esta afección, al afectar primero a los centros
auditivos, presenta manifestaciones que pueden ser sutiles: la persona entiende
la palabra, puesto que las capacidades de detección (capacidad para identificar
la presencia o la ausencia de sonido o de voz) están bastante bien preservadas.
El problema se sitúa más al nivel de descodificación, es decir, de la capacidad
para identificar claramente lo que se dice. Es un poco como si la persona se
enfrentara a una lengua extranjera: oye lo que se habla pero no llega a
descifrar lo que se le quiere decir. El
problema es más acentuado con ruido de fondo y en grupo, y las conversaciones
en estas situaciones se hacen más y más difíciles”.
Por partes:
Se tarda en aceptar y se tarda en señalar, claro. Pero tampoco te
hacen mucho caso los médicos, simplemente te engloban en un caso de perdida de
audición más, porque esto es un tema desconocido para ellos. El tema de la
sordera dentro de la ataxia lo es.
Eso de la descodificación… no es muy real. Nada en mi caso a no
ser que no le vea la boca de quien me habla, o me llaman por teléfono; me
cuesta entender a quien habla muy deprisa y no vocaliza nada. No le acabo de
entender, los gestos dicen mucho pero las palabras nada.
Tampoco entiendo a quien me vocaliza despacio sílaba a sílaba
enseñándome hasta la gargantilla al hacerlo, porque me ponen de tan mala leche
que solo me dan ganas de hacerle un buen corte de mangas. Y si tienen problemas
dentales ni te cuento.
Hay que hablar normal, pero mirándote a la cara.
Y las conversaciones en grupo llegan a ser temidas a veces, no ya
porque te vayan a sacar de ella sino porque ni siquiera te van a dejar entrar…
“La
persona debe realizar esfuerzos suplementarios para poder formar parte de una
conversación. Considerando que las personas atáxicas están con frecuencia
en contacto con profesionales de la salud (para diagnóstico y readaptación), se
puede pensar en el impacto que puede tener una comunicación deficiente en estos
contextos”.
¿Impacto??
Te hace ser más fuerte, crearte
un mundo interior inmenso, buscar con ansia la claridad. Y saber que la vida te
ha enseñado una canción equivocada…
“La
lectura labial se revela como un medio natural y eficaz para suplir la pérdida
de audición. Ciertos elementos del habla difíciles de captar auditivamente
pueden ser interpretados mirando los labios del interlocutor. Por otra parte,
el recurso a ciertas estrategias de comunicación puede facilitar grandemente la
tarea de las personas afectadas, citemos como ejemplos: Hablar de cerca...
Controlar los ruidos ambientales... Estar atento al rostro de su
interlocutor... Informar al interlocutor de las dificultades auditivas y de los medios necesarios para favorecer una buena
comunicación”.
Yo es que
esto en sueños parece que ya lo he vivido, porque a mí nadie me dijo que
aprendiera a leer en los labios. Salió de mí…
“Sospechamos que un buen número de personas
afectadas de ataxia de Friedreich presentan un problema auditivo y no consultan
simplemente porque sienten que nadie
puede hacer nada por mejorar esta condición. Algunos quizás están
resignados considerando que el problema auditivo sólo es una manifestación más
de la ataxia de Friedreich y es preciso "aguantarse con su mala
suerte".
Ustedes
lo sospechan y yo se lo confirmo.
Y sé
de otra que va por su segundo libro protestando para que no la chillen y
diciendo como la tienen que hablar. Pero hasta ahora no le ha servido de N A D
A.
Hay
de todo, oiga usted…
“Si las personas
afectadas se manifestaran más, se haría más fácil desarrollar un peritaje más
accesible y enfoques nuevos y adaptados. Como mencionamos anteriormente, no
tenemos una idea precisa del número de afectados, pero considerando los
impactos negativos que puede tener una sordera en una persona ya con una
minusvalía a otros niveles, creemos importante mencionar que este problema
existe, que probablemente es más
importante que lo que se piensa, y se puede ayudar”.
Y hay que
querer ayudar… que esa es otra.
Bueno. No
hay casi nada escrito que la vida no me haya enseñado ya a fuego lento. Me ciño
a la perdida auditiva retro-coclear… que encontré en el otro único artículo que
hay, mucho más lioso e imposible dialogar con él sin hacer una tesis doctoral…
Mas nunca es tarde para saber por qué oigo mal aunque sea poco entendible que
nadie me lo haya dicho antes. Y llego a lo que busco, pero saliéndome del tema
ataxia (porque digo yo que en el caso de un paciente con ataxia de Friedreich
se pueden realizar más pruebas ¿o no?):
<<Los audífonos y
los implantes cocleares no son efectivos, ya que el nervio no puede transmitir
la información de sonido necesaria al cerebro. En algunos casos puede ser útil el implante de tronco cerebral
(auditory brainstem implant, ABI)>>
Lo de los audífonos ya me lo
podían haber dicho hace tiempo ahorrándome demasiados disgustos y dinero. Sin
embargo, lo del implante del tronco cerebral, además de sonarme a árbol por lo
del tronco y a mucha luz… y no tener ni idea de lo que es eso, huele y suena a
esperanza ¿verdad? Se debería investigar.
Si yo tuviera veinte años no
dudaría en mover cielo y tierra para que estudiaran mi caso de nuevo con esta
información. Y posiblemente dejara de girar el mundo hasta que me operaran.
Pero han pasado demasiados años, faltan estudios, la ataxia es degenerativa, y
con los malditos recortes la seguridad social NUNCA costearía una operación tan
cara. No hace falta ser muy listo para saberlo. Claro que quizás me surja un
tío ingeniero alemán que intente convencerme de lo contrario y lo consiga.
Soy impredecible.
Hoy por hoy me conformo con
haber abierto un rayo de luz a los que oímos menos por tener una ataxia de
Friedreich. Ojalá que alguien lo pueda usar. Yo soy feliz sabiendo que sigo
oyendo como siempre, y que no voy a perder del todo la audición si me cuido. Ya
sabéis: utilizando los tímpanos con sonidos bajos y sin dejar que te chillen.
En mis palabras no hay
resignación puesto que yo no la puse ahí ni me hablo con ella… Creo que hay
sensatez y mucha, mucha, experiencia.
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