Claridad, la novela

martes, 3 de enero de 2017

Nunca dejes de soñar


En esta vida todo, absolutamente todo, funciona a base de mentiras y apariencias. Y puede que esa pirámide de mentiras te lleve a triunfar porque tienes una única verdad: talento. Pero para eso hay que tener suerte, o amigos famosos e influyentes. O saber jugar al póker. Y a mí sacándome del tute y de la brisca… poco más.

O te estoy metiendo un órdago como la copa de un pino. O no voy a aprender a jugar al mus en mi vida.

Si hay que mentir se miente, pero por un motivo. La vida no es una novela. Y hay que aprender a distinguir; a saber si te están metiendo un farol o enviándote una invitación para jugar al cinquillo.

La competitividad no va conmigo, las mentiras tampoco.

 

Decía Hemingway que para un escritor cada libro debería ser un nuevo intento de hacer algo que esté más allá de su alcance, de sus posibilidades… y eso parece que lo llevo grabado en la frente.

¡Me meto en cada berenjenal…!

Pero acabo superándome a mí misma. Y ese es el verdadero triunfo, no superar a los demás sino a ti mismo.

 


La primera vez que tuve que hablar en público ante un salón de actos abarrotado de gente y amigos que habían ido a verme a mí pues presentaba mi primer libro, estas fotos en su inicio, le dejé todo el protagonismo y discurso a Irene Villa que me acompañó… yo sólo contesté a unas cuantas preguntas. Había demasiados periodistas, demasiada gente y tenía miedo pero Irene es una maestra y aprendí. De ser invisible pasar a ser la protagonista son muchos nervios y se necesita mucha costumbre.

La vida me había enseñado a crecerme sin yo saberlo.

 

Lo he vuelto hacer siete veces más, en diferentes libros, colaboraciones y actos, y aunque me sigue costando mirar al público y no centrarme en el papel donde llevo todo preparado… estoy muy orgullosa de los resultados de cada vez.

Me lo trabajo y se nota.

Necesito estar guapa, sentirme guapa, para darme seguridad en un estrado o escenario. Y ahí se ve donde sigo siendo la misma chica tonta de siempre.

Y que conste que si alguna vez no me he ido corriendo a mi casa, es porque desde hace años no lo puedo hacer.

 

O el más difícil todavía… cuando se me ocurrió escribir una novela con un personaje perverso, malo, rencoroso… que hubiera pasado por la crueldad de una guerra. Acabé yéndome yo misma a la guerra civil. Fueron meses estudiando e investigando, y casi dos años escribiendo una historia que me enamoró por completo.

Una de mis notas que más se han leído en facebook fue la que publiqué después de presentar la novela en Barcelona. 

 


29 de enero de 2013

¡Sr. Colón, soy Bernarda Alba…!

 

-¡No me mire usted asín cuadriculándome esos ojos! Yo soy la Bernarda Alba, valga la “rebulgancía” de María Narro, a años bisiestos de luz de mi tocaya, claro. Pero no me disimule usted que de eso de dobles sabe usted tanto como yo… ¡a ver si no que hacía usted señalando en dirección opuesta a Atocha, y horas después me lo encuentro en Barcelona queriéndonos equivocar de nuevo! Y pienso: ¡la madre que lo parió…! ¿Cómo ha llegado este hombre aquí antes que el AVE?

 

El pasado sábado día 26 una esquinita de Barcelona fue una fiesta para los personajes de Las palabras del viento y para mí, que soy su autora. Pese a un lamentable, egoísta mal entendido con el que me recibieron en la librería, pero yo lavo mis trapos sucios en privado… y aquello era una fiesta, porque lo fue.

La gente empezó a llegar; ver de nuevo, conocer por fin a Flori…, Malena y tantos otros. ¡Violant…! Su agilidad y pelo largo llaman la atención. Agilidad mental, profesional y acogedora; ella me ayudó a poner orden en una presentación que se me había escurrido un tanto de las manos con el susto de cuando llegué.

 Pero enfilamos como dos jabatas, ella más “jaba” y yo más “ta” (por eso de las tablas que tiene Violant Muñoz Genovés). Nos habían dejado solas ante el peligro, pero el público era de todo menos peligroso. Era cálido, maravilloso, y la sonrisa perpetua de mi amiga Flori… eso no se me olvida

Y aun así vinieron a salvarnos, un verdadero jabato llamado Manuel Saavedra que interpretó como nadie a mi Bernarda Alba y a la pasión soñadora de Merche.

 

¡Gracias Manuel! ¡Gracias Violant!

 

Firmaba libros y me hacía fotos cuando… ¡Manuel Olivas Jiménez! Y me dice:

-¡Ya podía yo estaros esperando en la otra casa del libro de la Rambla!

Nos entró la risa tonta, pero feliz y… poco a poco recogí a mis personajes, muchos recuerdos, fotos, sensaciones, cariño… y volvimos al ave.

Me quedo con muchas cosas, y una frase de Manuel Olivas:

-¡Eres mejor en persona que en Facebook!

Y la repito para que no se me olvide.

 Muchas gracias a todos. Y agradecer a mi editorial que hiciera posible que la Casa del Libro acogiera esta presentación.

 

 

En su día, cuando lo publiqué en Internet, puse el nombre de la editorial que tuve, por supuesto. Ya no, lo he quitado. Como digo… yo lavo mis trapos sucios en privado, y que un abogado tenga que solucionar las mentiras de dos –sólo dos- adultos es una de las cosas más feas que me han pasado en la vida. Pero no lo piensas, aunque lo pasé mal porque me había costado mucho escribirla, y sólo sacas lo positivo que de esa experiencia has obtenido que es mucho. Y que la novela volvió a ser mía.

Pero nunca más voy hacer caso a un editor que me encuentre a mí o lo que escribo en la red sin antes haberme dirigido yo a él. No salió muy mal del todo porque algo inteligente debo ser, mas… Internet es una fábrica de mentiras. Y no se pueden parar ni destapar, o dicen que insultas.


La claridad y la transparencia suelen tener un precio. Por eso sigo siendo una oveja negra para todo. Y estas ovejitas no tienen mucha suerte, o tal vez tengan la mayor de las suertes y no lo saben aún: siguen vivas y creyendo en sí mismas.

 

Nunca dejes de soñar…

pero trabaja por hacer realidad esos sueños.

No te resignes, siempre se puede más.

Que hay dudas, aburrimiento, apatía... sí claro, la vida tiene muchos colores, no es llana. Con una enfermedad tan grave como ésta mucho más, por eso he de aprender a tropezar con clase y levantarme. Y aprovechar las rachas de felicidad esquivando miedos.

Sólo se vive una vez.

 

Este es mi principio básico, mi oración de cabecera porque nunca sabrás de lo que eres capaz hasta que no lo intentas. Así funciono y no me va mal. Que la mayoría sólo me ve como una persona enferma… Pues sí. Guapa, rubia, pocas luces… Pues también. Que me cuesta integrarme… Más que a nadie. Que estoy envuelta en una irrompible tela de araña llamada Prejuicio… definitivamente hoy estoy que me salgo de lo lista que me encuentro.

Pero debo ser cada día más bruta porque soy feliz y el esfuerzo me merece la pena.

Me duele ver que personas que tienen la misma enfermedad que yo se dejan arrastrar diciendo: “Vivo en un cuerpo que no me responde…”

¡Pues edúcale, coño, edúcale. Y que la muerte nos sorprenda con las botas puestas! Se me escapa cada vez que oigo o leo algo así.

 

Y es en eso, en la repetición, repetición, repetición de movimientos –para que el cuerpo responda- en lo que debería basarse la rehabilitación de la ataxia de Friedreich. Y no por mucho repetir va a salir bien del todo, pero sí lo mejor posible. Vivir para luchar que se podría llamar la cosa.

-¡Eso es muy cansino! –dirá alguien.

No hay que hacerlo siempre, con dos o tres veces a la semana es suficiente. Con constancia. El que algo quiere algo le cuesta.

-¡Es que tú eres muy fuerte! –dirá el otro.

En absoluto, muchas veces soy la mujer más débil de la tierra, pero tengo sueños. Y los sueños se trabajan.

 

Ahora por ejemplo, estoy escribiendo más despacio que nunca. Paro cada dos por tres para estirarme, corregir postura, hacer abdominales. Cuando escribía mis otros libros sólo contaba llenar folios; ahora no, porque tengo la columna desviada y a larga todo se traduce en dolor y en posturas viciadas.

Es dura mi vida. Muy blanda no es. Pero no me cambio por nadie.

 

A veces me quedo mirando ensimismada a cualquier mujer que viene de comprar, que va a comprar, a trabajar, a llevar a sus hijos al colegio… parecen más que yo. Te miran desde arriba. Ese culo tan bien puesto le queda genial. Parecen tan felices, tan seguras ¡Son tan perfectas! Esos tacones son el no va a más de la elegancia. Caminan abrazadas a sus parejas. Parecen tan seguras…

Te miran desde arriba si se cruzan contigo.

 

¿Ellas podrían llevar lo que tú llevas, May?

 

¿Y seguir viviendo…?

No hay comentarios: